jueves, 5 de julio de 2012

Mi viaje no fue a pie, fue leyendo.


Fernando González Ochoa es (con personas así no vale el fue) el único filósofo antioqueño, y uno de los pocos en la historia de nuestro país junto a: Estanislao Zuleta, Rubén Sierra Mejía y poco más(incluiría a Gonzalo Arango). El Brujo de Otraparte nació en Envigado el 24 de abril de 1895 y falleció (aunque estas personas están inmortalizadas en pergaminos y letras) el 16 de febrero de 1964, en su amada tierra, Envigado.

Un hombre amante de la vida, como pocos, plasmó todas sus inquietudes metafísicas en doscientas cuarenta y seis páginas, el resumen de un viaje sin sentido. Las cosas sin sentido son las que en realidad más sentido tienen. ¿O qué sentido tiene pensar en el Diablo? ¿Hablar del Tótem? ¿Criticar a la juventud colombiana de comienzos del siglo XIX? Simples metáforas.

No les voy hablar del recorrido de este Viaje a pie, ¿qué interesa si llegaron a la mar o al Nevado del Ruiz? El verdadero camino que él realizó, junto a don Bejamín, fue hacia sí mismo, un recorrido sin punto de llegada. Pero es un periplo que todos debiéramos hacer, para encontrarnos, y así llegar a la conclusión que somos: un polvo que perdura en la vida menos que lo que demora el presente en convertirse en pasado. ¿Milésimas de segundos? No sé, ya es pasado.

Antes de entrar en lo verdaderamente importa, resumiré (mataré) a Fernando González: Un nietzscheano.

El prólogo de este recorrido lo hace Gonzalo Arango, creador del Nadaísmo, y él nos resume la obra de González así: "La vida no es un sueño, es un viaje: un viaje a pie. Y para viajar hay que estar despierto, ¿no?".

Solo en los libros podés encontrarte con estos dos grandes en la historia de Colombia.

Arango nos hace una invitación: ir allende a la existencia, despertar. La vida no es sueño, aquellos que la aseguran como tal, simplemente quieren buscar identidad y respuestas a lo que no encuentran causa. Soñar es no existir.

21 de diciembre de 1928

 Fecha del inicio del viaje: Benjamín y Fernando González en el inicio de todo, o en el comienzo de nada. "Dos filósofos aficionados", como ellos se denominan, comienzan hablando acerca de la Filosofía. Recalcan a aquellos eruditos que Filosofía es amor por el saber. Descomposición simple: philos y sophos.

Fernando es un creyente absoluto del ánimo de la persona, cree que en esto esta gran parte de la felicidad del hombre. "El hombre es lo que se cree". En este aspecto me aparto de él. Explica que solamente el ánimo hace mover al hombre, luchar por un objetivo no está en la inteligencia, está en el ánimo.

En un aparte de su viaje explica la fuerza vital (ninguna diferencia con la voluntad de poder nietzscheana), con esta fuerza el hombre se encuentra a sí mismo. Es, yendo más allá de las costumbres y la falsa moral de la sociedad. ¡Bienvenido, Übermensch!

Críticas hacia Sócrates, lo trata de tábano, y se aleja de él porque aparta del hombre las pasiones y el calor humano, lo que somos. Y como antípoda plantea a Nietzsche por ser un predicador de la energía de la guerra, de la lucha. "Nietzsche-¡cómo se alegra la vida al recordarlo!-fue el goce dionisíaco!".

González es un amante de la juventud, como el moldeador del superhombre, la plantea como la etapa más hermosa de la vida. Juventud es vivir sin dogmas, vivir caminando: a pie.

Antes de seguir con este recorrido, quiero recordarle al eventual lector, que Jean Paul Sartre, disculpen  la insistencia con él, postuló a Fernando González Ochoa para premio Nobel de Literatura en el año 1956. Lo consideraba uno de los más grandes escritores de la lengua castellana. Ese año lo obtuvo Juan Ramón Jiménez, recogió el premio cabalgando en Platero.

Y Sartre y González tenían muchos pensamientos en común, en una parada de este viaje, el filósofo antioqueño, expone un pensamiento similar a La nada sartreana. "El hombre tiene que darle sentido a un mundo absurdo". Y plantea que la alegría es lo que antecede al objeto, cuando el hombre se acerca al objeto-en-sí desea alejarse de él. El hombre es una múltiple insatisfacción. ¿Qué es el Existencialismo sino la teoría del absurdo? "Estamos solos, irremediablemente solos. Libres". Decía el hombre de Otraparte.

Siguen caminando don Benjamín y Fernando, hablan de nada, toman aguardiente y allí critican a la sociedad colombiana llena de "hombres gordos", sociedad donde "el dinero mide el valor del hombre". Ese hombre que está tan lejos de dominarse, porque es el dinero y los placeres quienes dominan al ser. El hombre, para él, es un esclavo de los placer, está atado a sí mismo. ¡No hay placer más grande que dominar los placeres!

Para él, hay que dividir al hombre en tres partes fundamentales: hambre, amor y miedo.

El hombre actúa por amor, vive en búsqueda del amor y cree que en él puede hallar la tan anhelada felicidad. Ese cachito que se esfuma que confundimos con felicidad. El hombre es un ser-hambre, por instinto, es irrefutable. Es energía, vitalidad, vida. Y yo creo que plantear el miedo como fundamental es un pleonasmo inncesario (no existe el pleonasmo necesario, lo sé), ¿qué es el miedo sino el amor a la vida? El miedo es una muestra más de amor.

El 8 de abril de 1930 fue condenada bajo pecado mortal la lectura de este libro por parte del obispo de Manizales, Tiberio. "Decretamos: El libro del doctor Fernando González, Viaje a pie, está vedado por derecho natural y eclesiástico, y por tanto su lectura está prohibida bajo pecado mortal". El Infierno es para aquellos que no tienen miedo a la desdogmatización.

El Dios y el Diablo tienen el mismo origen, el Totem. El Totem era considerado la causa de todo, el inicio y fin de todo. La construcción y la destrucción a la vez. El hombre, por sus ansias de nominar todo, dividió el bien y la construcción con el mal y la destrucción, al primero lo llamó Dios, al segundo lo llamó Diablo. Por este planteamiento fue vedado el libro. ¡Pecadores!

En los últimos días del periplo, se plantea al ser natural: es el ser que habita en su hábitat y no desea vivir la vida de otros. No querer vivir vidas ajenas, ser uno mismo. Es la única forma de tener una "personalidad magnética". El ser único es lo que diferencia a un hombre de otro. Él expone como ejemplo a Gregorio Rasputín, dominaba ala Corte de los Zares y a Maximiliano Robespierre, quienes no dominaban por su belleza, dominaban por su "personalidad magnética". Y aprovecha para dar una definición de belleza: "Todo lo que incita a poseerlo".

El final se está acercando, la mar ya apareció, los aguardientes se consumaron, pero la metafísica sigue allí. Y siempre seguirá allí, Fernando González, el filósofo del amor.

Una de las conclusiones que saco es: El hombre es el único animal aún imperfecto, porque busca perfeccionarse, es un proyecto inconcluso; el resto de los animales son perfectos, o simplemente son, ya están consumados.

Mi viaje no fue a pie; fue leyendo, pero viaje al fin, que es lo que importa.

Los invita a ustedes a que caminan, a que se encuentren.

Ricardo Madrid Builes.





lunes, 18 de junio de 2012

La genealogía de la moral: Tratado primero.

Nietzsche, en La genealogía de la moral, hace lo que todo "filósofo" debe realizar (creo yo), y es ir a los cimientos, a la base del concepto. Si de "algo" se quiere hablar se debe conocer ese "algo" no solo por lo que es ahora sino también por lo que fue en sus inicios.

En este tríptico, Nietzsche analiza de manera espléndida diferentes factores de la moral establecida, y busca así ir más allá de lo establecido, como es costumbre en él. Me remito a palabras de él: "Yo deseo la verdad, toda la verdad, incluso la verdad simple, áspera, fea, repugnante, no-cristiana, no-moral... Pues existen verdades tales"

En el tratado primero, escrito en 1887, en Sils-María, él analiza qué es <<bueno>> y qué es <<malo>> (<<malvado>>), y la única manera que encuentra es examinando dichos vocablos desde su genealogía, partiendo de allí y viajando hasta su posterior cambio.

Las palabras, significantes, sufren la metamorfosis de su significado, que a ciencia cierta es el cambio de la suma de significantes; pero ¿qué significan estas palabras? ¿cuál es su metamorfosis conceptual? Estas son las respuestas que Nietzsche intenta responder en este tratado inicial.

En el análisis del vocablo [schlecht] <<malo>>, Nietzsche expone su significado inicial: Hombre vulgar, plebeyo, el simple. En esta época se consideraba el [gult] bueno al noble, al guerrero, al valiente, antítesis del <<malo>>.

Ahora bien, según lo dicho antes, ser <<bueno>> o <<malo>> dependía del azar y no de los hechos concretos, se nace schlecht o se nace gult, los actos no interesan, ¡qué osadía! ¡qué error!. Aunque si bien en esta época no había juicios valorativos, simplemente era una distinción no-simbólica, aunque no tocara la realidad.

Luego, con la aparición del judaísmo, se da lo que él llama la "transvaloración de los valores", la metamorfosis conceptual de lo bueno y lo malo. Para el judaísmo (y posteriormente para el cristianismo), el noble (bueno) se considerará irrefutablemente como el ser-malvado (böse), como el injusto y la persona que sufrirá; entonces, por el contrario, el humilde, el plebeyo será considerado como el [glut] bueno-

Así el judaísmo impondrá un deber-ser, un modelo-de-hombre, convirtiéndose así en un ideal, imponiendo a ese hombre-superior (glut) por encima del resto de los hombres (de-los-malvados). Es así como el insurrecto, plebeyo, pasa a ser tirano y convertirse en ideal-de-la-sociedad. Con esto Nietzsche afirma que el judaísmo no es la religión del amor, sino la religión del odio, aversión hacia los nobles.

Yo, consideraré al ser-bueno como: el hombre que no atenta contra la libertad del Otro, siendo el otro sujeto único de la sociedad en la que él habita y no objeto del mundo que el hombre cree como única realidad. Todo hombre que atente contra la vida de otro no debe ser considerado bueno.

¡Qué osado es el hombre! Se cree capaz de nombrar las cosas, de darle juicios valorativos y morales a los hombres y a las acciones, mientras la realidad lo aplasta y le dice lo erróneo que está. Yo también cometí ese error, pero es la única manera de nominar las cosas, o es la única que yo considero factible.

Ricardo Madrid Builes.

martes, 12 de junio de 2012

Un libro que nunca fue, ¿que nunca será?

Pensamientos de un sentir
Ricardo Madrid Builes

Opúsculo innecesario; pero emancipador, de pensamientos que no se piensan, que se siente o se viven. Lo que aquí se dirá no tiene nada de cierto, pero a su vez no tiene nada de falso, como nosotros que somos verdad camino hacia la falsesas que es la muerte (única verdad).

Mientras me responsabilizo de mi existir, de ese peso, escribo como remedio al remedio, antídoto de esta enfermedad que es la vida, ¡qué bella enfermedad!, que solo con la muerte se irá de mi cuerpo, pero que nunca sanará.

Seres-para-vivir, vivir para contar, morir para inmortalizar...

No recuerden al ser por lo que escribió, sino por lo que dejó de escribir.

  • .     1) Al infierno es al único lugar donde quiero ir luego de que esta fiesta se termine. Allá están todos con los que deseo compartir el resto de mis días, los que se desdogmatizaron y se dedicaron por “ser”; tranquilos que no hablo de los hampones, ladrones, terroristas y demás (que en este país pululan), esas escorias no están en el infierno, nunca existieron o bien dejaron de existir.
      
  • .   2) Si Dios existe o no eso no me interesa, la fe es tan personal como la vida; si en realidad existe me mandó a vivir y si no existe, seguiré viviendo.
     
  • .       3) En este mundo hay que buscar las soluciones de los problemas más del lado de la patafísca que de la lógica, un no existir para existir, así sea un poco. Soluciones imaginarias para esta realidad irreal.
      
  • .   4) A Meursault no lo condenador por su asesinato, le imputaron cadena perpetua por no llorar a su madre (que ya no estaba). Es que en este mundo para poder vivir hay que llorar a los muertos y reírse de las desgracias de los vivos.

         5) Hombre: amigo de Cronos, enemigo de Cronos. Quiere vivir, que pase el tiempo, mientras este tiempo –que él mismo inventó- lo lleva al lugar donde no quiere ir, al único para donde todos vamos… Tánatos.

         6) La “verdad” es como un globo que aterriza cuando su fuego acaba, y que todos creen poseer, todos quieren tener; pero que como el globo también vuela, se va; pero en realidad nunca fue de nadie, fue de todos.

           7) No crean ni confíen en aquellos que les dicen: “nosotros los filósofos”, “nosotros los intelectuales”. No, esos marginan, mirando todo desde un balcón: la buhardilla de la erudición. Crean en los que dicen “yo”, ese yo sentado en hombros de gigantes.
    El problema es de seres humanos, no de letras.

        8)  Las ilusiones mueven a sus fieles. Hacen que despierten, hacen que caminen, llevan a la muerte. ¿Qué es la religión? ¿Qué es la patria? ¿Qué somos nosotros? Cúmulo de ilusiones, búsqueda de identidad para caminar y ergo poder decir: “yo soy”. Pero solo somos eso: una ilusión pasajera.

       9) La haya tiene como fin conseguir dinero, el medio para conseguirlo es limpiando; Juliet desea limpiar su casa y la manera para conseguirlo es contratando a la haya. ¡Cuánta razón tenía Stammler! La sociedad es una reciprocidad entre fines y medios, pero qué iluso fue, en su ontología de la sociedad le faltó lo esencia: vemos al medio como un esclavo, no como un ayudante. Tiranizados con ansias de poder.

     
    10)  “Qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos”. Cortázar, gíglico, Rayuela.
    Entonces, ¿es el olvido un odio hacia el sentimiento? ¿Una aversión por el pathos? No lo creo, uno nunca olvida, el sentimiento sigue ahí, enterrado pero sigue y lo tratamos de aplastar con eso que llamamos: olvido.

    Ricardo Madrid Builes.



sábado, 19 de mayo de 2012

La Eternidad Dura Lo Necesario.

El error único (hubo muchos más, pero cómo decirlo) de su amistad fue pensar que duraría para siempre. O quizás no. Se hicieron tan íntimos que dormir en la misma cama o abrazarse en noches de frío eran sucesos comunes. A pesar del irreversible prejuicio de que dos amigos deben ser machos o no ser. Era eso, entonces. No se parecían en nada a lo que sus padres (los unos y los otros) esperaban de ustedes: una amistad de machos, con momentos emotivos pero machos, carajo. Desde ahí la cosa pintaba mal, porque les encantaba retar a los demás. Les seducía chuchichearse al oído para enojar al personal. Les deleitaba provocar a las mujeres con las miradas pero desairarlas abrazándose ustedes dos y riendo el uno para el otro, tontamente, porque lo que valen son los hechos y no las apariencias. Estaban dispuestos a morir el otro por el uno y viceversa. Tanto que los dos se habían prometido un martes muy entrada la madrugada (o muy prematura mañana, cada uno interprete como guste) que si tocaba enamorarse la chica se jodía porque la amistad por sobre todas las cosas. Qué soberbios. Y sin embargo aquella noche en que ella se convirtió en Ella, el uno se juró a sí mismo que si la felicidad del otro tenía que ser sin él, estaba dispuesto al peor de los castigos entre dos incondicionales camaradas de las peores épocas y las buena también: la sustitución paulatina pero rápida de ir a pasear a Juárez con él, a tener que ir al cine (película rosa, final previsible, abrazos incomodos: cuándo caíste tan bajo) con la señorita porque llega un momento en la vida en que la otra respira por uno y uno se vuelve espeluznantemente frágil cuando se trata de verla respirar. Y entonces el error único. Y entonces las tardes abandonadas. Los sábados apáticos esperando que el otro le llame al uno para que se rían un rato en la barra del Old Navy. Pero nada. Él y ella para toda la vida (como antes ustedes dos, que ironía, piensa el uno) y pronto la invitación a las nupcias. Pronto el primer niño que te llama tío cada tercer domingo de cada segundo mes, que es cuando se ven, ustedes que no podían dormir si el otro no estaba ahí para contar las últimas noticias del Club Náutico. Pronto un nuevo hogar en las afueras de la ciudad y pronto el nuevo teléfono que ya no lo sabes porque la esposa piensa que eres una mala influencia con tu progresía republicana que tanto enamoró con amor de amigos al otro que no sabe decirle no a la que manda en casa. Y pronto la vida te trae aquí, donde lo único que dura para siempre es el sueño de que algo puede durar para siempre.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Visión sobre la moral sartreana.

Mientras Jean Paul Sartre aplica la noción de subjetividad en la moral de los hombres, es decir, nadie puede juzgar a priori lo que hay que hacer frente a un hecho determinado, me planteo: ¿Cómo hacer para que esta libertad moral no se entienda como libertinaje?

Si bien nunca habrá, ni podrá haber una ley determinada que ampare todos los casos posibles de una elección, esta libertad moral podría recaer en permitirle al hombre realizar lo que el quisiese, sin importar las consecuencias, ya que por su condición de libertad, es un hombre-elección. Frente a esta elección, el hombre debe preguntarse -así me lo supongo yo, no significa que sea cierto-:¿Y si todo los hombres-entorno actuaran como yo estoy actuando? Se elige individualmente pero frente a los otros, como seres-sociales, toda elección es responsabilidad frente a la humanidad, es decir, si una determinada elección conllevara a un acto que va en contra de la condición humana del ser-otro, debe ser reprobado, juzgado.

¿Cómo saber que algo es bueno o malo? Si la naturaleza no tiene sentido, simplemente es, y es el hombre que con su lenguaje le da la connotación de lo bueno o lo malo, de lo bello o lo feo? Concibo en mi pensamiento, lo malo como todo aquello que no-es, o que atente contra la condición humana del ser, es decir que esté en contra de la vida. (Lo que no se puede tomar como verdad absoluta, porque como ya lo he dicho, no hay moral categórica que ampare los posibles casos)

Si para un revolucionario, tomemos el caso de los fedayines, atacar a un cúmulo de hombres es bueno, o no está moralmente mal visto, ¿cómo hacer para juzgarlo si la moral es una decisión y elección individual? Se debe juzgar, porque aunque sea una elección individual, por su condición de ser-libre, esa elección debe ser frente a los otros, por los otros y no en-contra-de-los-otros.

Si bien la naturaleza humana no tiene connotación de bueno o malo (es más, no se debe hablar de naturaleza humana, sino de condiciones humanas con limitaciones históricas), esto no debe de ser excusa para aceptar todas las acciones y elecciones posibles del hombre como moralmente bien vistas, el hombre debe responsabilizarse de sus actos, pero de sus actos frente a la humanidad.

RICARDO MADRID BUILES

martes, 1 de mayo de 2012

“Os dejo con la imprenta: la redención, libertad triunfante” [1]


Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476, Europa entró en un letargo, en un vacío intelectual lamentable desde todo punto de vista. A esta época se le llamó Oscurantismo,  un eufemismo para tan magno acontecimiento, el mayor retroceso en la historia de la humanidad.

Lo logrado en la Grecia Clásica se vio truncado por aquellos monjes maniqueístas, que basados en su ideología teocéntrica extrema, optaron por esconder e impedir la difusión del conocimiento porque, según ellos, la gran mayoría de textos atentaban contra la religión que ellos profesaban, pero los únicos que atentaban contra algo eran ellos mismos, contra la libertad de pensamiento y expresión, acto que  trajo como consecuencia una oscuridad palpable en la mente humana.

Fue así como la Iglesia adquirió un poder total,  una autoridad que trascendió el ámbito religioso para imponerse –lastimosamente- en lo político e intelectual.  Esa misma Iglesia que exponía en su discurso moral una igualdad para todos, fue la misma que restringió absolutamente el conocimiento, convirtiéndolo en un placer para unos pocos, con el único objetivo de impedir que la sociedad pudiera ser crítica frente a la realidad que estaban viviendo, porque así su poder se podía ver afectado en algún momento. Es decir, la Iglesia tenía miedo de que la humanidad pensara, para ello la aislaron, y la convirtieron en rehenes de su verdad, de su verdad irrefutable.

¿Dónde quedó Platón, dónde quedó Aristóteles, dónde quedó Heráclito? Todos estos hombres que hicieron de la Edad Antigua un río infinito de conocimiento, divulgado para todos, quedaron enterrados y quemados, quizás en la misma hoguera en la que murieron muchos de los valientes hombres que se emanciparon del régimen religioso y decidieron pensar diferente, críticos ante los dogmas impuestos por la Iglesia, aunque los nombraran herejes. Si ser disconformes con las desigualdades de la sociedad significa ser hereje, yo me autoproclamo uno de ellos, aunque en la actualidad no haya hoguera para aquellos que se atreven a pensar diferente a la sociedad, hay olvido y marginación, algo muy similar.

La heterodoxia era un sueño en esa época, pero hubo muchos hombres que se atrevieron a soñar con la libertad en el pensar y en el actuar,  hombres que se dieron cuenta que cuando la religión tenía el poder absoluto de la sociedad, no significaba un mundo mejor, significaba un mundo acrítico y en permanente retroceso. Uno de ellos fue Johannes Gutenberg, el creador de la imprenta, y quizás uno de los pilares fundamentales del denominando Renacimiento.

A mediados del siglo XV este herrero alemán, con su imprenta de tipos móviles, aunque la primera impresión haya sido la biblia de Gutenberg, permitió la circulación de toda clase de conocimiento con mayor rapidez, lo que trajo consigo una expansión intelectual mayor. Se pasó de una mentalidad dogmática irrefutable establecida por la Iglesia a una mentalidad tolerante y de diversos pensamientos, aflorando el renacer de lia mente humana, y convirtiendo el teocentrismo en un antropocentrismo dirigido hacia la pluralidad de pensamientos, no hacia la mutilación de ideas. Se dio un adiós al Oscurantismo y un paso hacia el Renacimiento en gran medida por este grandioso invento. ¡Gracias imprenta!

[1]: Expresión tomada de un verso del poeta D. Sampel.

domingo, 18 de marzo de 2012

La imperfección




Si concebimos la noción de imperfección como el ser y la perfección como el no-ser, ¿por qué nuestras vidas se preocupan tanto por lo que no es y olvida lo que se es?


El mundo está plagado de ideales, y de paradigmas que están más cerca de
lo inverosímil que de lo palpable, de lo concreto. La perfección con la que
tanto se sueña, imposible de alcanzar por cierto, nos lleva a tal punto que
vivimos en unos sueños que están hechos de los mismos materiales que nuestras
pesadillas.

¿Por qué no basar nuestra vida desde la imperfección del ser? La noción
de imperfección del ser, hace perfectible al ser, porque se lucha por lo que se
quiere ser, dejando al ser-en-sí aislado, convirtiéndonos en un ser-para-sí,
conscientes de nosotros mismos, de nuestro mundo.

Existe una gran diferencia entre el deber-ser y el querer-ser, el
primero trae como consecuencia actos, hechos que validen ese deseo de algo, es
decir, es el hombre quien lucha por sus ideales partiendo desde la base que
nunca su ideal satisfará su noción de ideal, porque el hecho se apoya en la
imperfección, es imperfección.

El segundo, por el contrario, se queda en el deseo narcisista de merecer algo, de querer poseer algo, sin actos, solo con ideas, mientras la vida del hombre se concibe como un cumulo de actos, no de deseos inalcanzables.

¿Por qué no basar nuestra concepción de "amor" desde la imperfección del ser? Es la concepción de amor, la que mata el amor. Todo ser que desea y/o ama a una persona, desea que su persona sea lo que él quiere de ella, es decir un ideal-de-persona, obviando a la persona, matándola, dejando como estandarte el no-ser por encima del ser.

El paradigma de amor de cada persona tiene connotaciones perfectas,
mientras se desea a un ser perfecto como pareja, el ser imperfecto llena ese vacío
llamado "amor", generando insatisfacción, generando disgustos, porque se aspira a que llegue una persona que ocupe el lugar del paradigma, de nuestro paradigma, algo que nunca sucederá, por una sencilla razón, el paradigma insinúa no-imperfección, y la persona es una mezcla de imperfecciones constantes.

Una frase de la grandiosa película El séptimo sello de Ingmar Bergman explica estupendamente lo dicho: "Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo, precisamente por su perfecta imperfección."

Muchas veces se basa la existencia aplazando la existencia, esperando a algo que puede suceder, pero que no hacemos nada porque suceda. Recordemos que el futuro es consecuencia del pasado (Historicismo hegeliano), y de nosotros depende si estos ideales se quedan en simples juramentos infantiles o se convierten en los primeros presagios de un destino, pero un destino labrado por las acciones.
Nuestra vida se desliza lentamente, y en ciertos momentos nos debemos preguntar, ¿hacia dónde vamos? ¿hacia La Nada? ¿aquellos ideales (perfectos), se quedaron en deseos-de-ser, es decir, en nunca serán?

Se pensará que es una concepción un poco pesimista de la vida, pero es todo lo contrario, es una visión de legitimar la existencia de cada ser. Séneca decía: "Si no deseo nada ni espero nada, no sufriré ninguna decepción"; Tan loco no estaba y en cierta parte estoy de acuerdo con este gran filósofo estoicista, pero no se puede generelizar esa frase, con la educación y la política se debe exigir algo, se debe esperar algo, aunque más que esperar, se debe luchar por una mejoría diaria en pro del bienestar de la humanidad.

En muchas ocasiones se sueña más de lo que se vive, se quiere convertir lo imperfecto en perfecto y lo irreal en real, obviando que somos seres basados en límites, creyendo que el otro es un objeto de nuestro mundo, es un deber-ser-perfecto (no-ser), pero nosotros solo somos y seremos un conjunto de imperfecciones en busca de mejoría y bienestar, pero siempre basándonos en actos, no en ideales. La vida es vivir existiendo, no vivir idealizando.

Es ese mismo deseo por la perfección lo que nos lleva a la angustia, a la desesperación, a la nada... y la única manera de combatir eso es viviendo. La gran muestra que somos seres imperfectos es la muerte, el único fenómeno con la capacidad de ser y no-ser al mismo tiempo.

"Solo se vive una vez, y solo una vez se muere. La existencia es un gran acontecimiento" Los nadaístas

Ricardo Madrid Builes
@ricardomadbui

jueves, 9 de febrero de 2012

Memorias de la Distancia

"Tengo un pacto de amor
con la hermosura.
Tengo un pacto de sangre
con mi pueblo."

Pablo Neruda. Poeta Chileno.


-Para el anónimo mensajero que hacía llegar las cartas de enamorados, aquellos días confusos del año de las idas y nunca regresos. Para David Sánchez, que hoy, 34 años después, no ha vuelto a ver el parque donde pasaban al mismo tiempo su juventud y la mujer de su vida.


>Todo cambió totalmente el día de su cumpleaños. Fue 27 de noviembre. El año no importa ya. Lo acostumbrado en el tipo de días especiales como esos, era compartir en una pequeña reunión con los familiares más cercanos, una merienda, en el patio amplio, luminoso y lleno de árboles de su casa, con una copa de vino y el pastel que indica la tradición. Eran tiempos complicados en el país y se notó a la hora de los rituales comunes. Nunca tuvo una familia con capacidades monetarias importantes, pero siempre llegaban hasta la mesa principal que sacaban al jardín, alguna pulsera chapada, un par de camisones de dormir, un edredón de colores vivos y cosas por el estilo. Ese año fue todo más parco, menos alegre, más tenue que nunca. Ya en el ambiente se sentía la tensión. Nadie decía nada, pero él no era un niño y su adolescencia estaba casi convertida en adultez, en la facultad se escuchaban cosas y se leían ciertas consignas en los pizarrones antes de que el profesor las borrara, rápido y sigiloso, hipócrita, como si no pasara nada. En aquella ocasión los únicos regalos que recibió fueron abrazos demasiado sinceros, como si invitaran a una despedida que no se entendía. El entorno era de cambios bruscos, pero ese dejo de separación que sentía en cada "felíz cumpleaños" le descolocaba los pensamientos de por sí revueltos. No cantaron como en otros años y no brindaron como en otros festejos. Fue todo muy rápido y antes de que el sol se pusiera y los últimos primos dijeran adiós, su tío, (hermano de su padre, casi un desconocido, uno de esos cercanos parientes que no se conocen porque la apatía es más grande, qué errores juveniles) un tipo alto, medio calvo, siempre de saco, con su sonrisa tan joven, tan esperanzada, como si estos tiempos sirvieran para alimentarlas, le entregó un sobre amarillo, donde venía un libro cuyo título no pudo leer en el momento. Antes de siquiera intentar sacar el contenido del sobre, le dijo que era mejor que lo hiciera en privado. Que se trataba de una cosa demasiado importante como para hacerlo enfrente de su madre.
Cuando se fueron todos, y cuando su progenitora clausuró la puerta de su estancia, como lo hacía todas las tardes desde que su padre había muerto, sació curiosidades. Desprendió el libro de la opaca cubierta de plástico rápidamente y pudo leer el título, que lo dejó un tanto confuso, la "Invitación al nixonicidio y alabanza de la Revolución Chilena", de un tal Neftalí Reyes, Premio Nobel 1971, aquel poeta que siempre ayudaba a conquistar a las muchachas más románticas de la Facultad. Un libro que desconocía del todo.
Mucho tiempo después supo quién había sido Nixon, y cómo se sucitaron los acontecimientos en La Moneda, pero en ese momento fue el cambio de todas las formas de interpretar la vida, su vida, la de todos. Abrir los ojos a la realidad de su país, nuestro continente. La explicación de por qué tantos susurros, tantos miedos, tantos insomnios, tantas inseguridades, tantas desconfianzas, tantos planes y tantos sueños, aquel año que un libro le cambió la vida, le hizo vivirla entera, dura y pura.
Y ahora sí, ser participe de las causas, repartir hojas clandestinas (hechas en mimeógrafo) a personas a las cuales no debía ver a la cara, olvidar direcciones y puntos de encuentro. Pensar, pensar, pensar. Abrirse al verdadero momento de su patria, de su gente. Entender por qué había que ocultarse, por qué todas las noches uno tenía que quedarse a hacer guardia. Sentir el frío calando los huesos si un cana volteaba a verlo, si Alberto no llegaba y los nervios de que lo hayan agarrado. La explicación de por qué el temor a salir de casa aunque esta vez sea solo para ir al nuevo cine con Fernanda. Hacerse el fuerte, aguantar la bronca por no poder defender a los suyos como quisiera, cuando te contaron que lo habían matado a patadas a Villegas, el nene que alternaba contigo las noches de vigilia cuando ya estaba todo por estallar, cuando el cielo marcaba la hora de la verdad, no la de uno ni la de algunos, la de un país, la de un continente al que siempre le costó, al que no se la hicieron fácil. Entender con la poesía que el sentido de momento histórico era en ese lugar y tiempo, obligatorio. Que habían cosas que tenía que hacer, aunque fueran las imposibles, aunque costaran la vida, aunque la derrota estuviera marcada como único destino. Entender que esa derrota asignada tenía que ser combatida, que no servía de nada aparentar, ni hacerse el ciego ante lo que pasaba.
Convencerse que la literatura debía y debe comprometerse, debe escoger su camino, debe afirmarse de su lado del río. Aunque siempre le hubieran enseñado que no debe tomar partido, que debe ser ajena, que debe mantenerse al margen. Ese año y el siguiente, y cada uno después de aquel, entendió que muchas cosas que le dijeron habían sido viles mentiras, pósters falsos de prosperidad inventada.
Su vida cambió el día de aquel cumpleaños. La vida le dolió, se partió en dos (en cuatro, en mil) cuando lo escondían en el porta-equipajes de aquel Ford en el que fue llevado a la frontera más cercana, donde lo soltaron los compañeros de meses de resistencia, la última frase, un adiós disimulado por la tristeza, rabia, impotencia de no poder quedarse con ellos, hombro a hombro, a lo que viniera.
Un libro de poesía que provocó tantas cosas en una persona totalmente ajena a su contexto político y social. Un libro que pudo romper todas las barreras. Las convicciones e ideales que ayudan a su país, aún tomado, aún amordazado, a seguir intentándolo.
A jugarse todo aunque ya les hayan contado el final. Los que hacen todo lo que pueden "desde afuera" para contar la verdad de la dictadura, los que siguen desde adentro aunque estén lejos, los que aprendieron que Libertad es una palabra viable, válida y justa, los que leen libros de poesía, los que aún tantos años después sueñan con volver a la misma plaza donde alguna vez cantaron, se emocionaron, donde alguna vez también se enamoraron. Los que siguen pensando que hay ciertas cosas que uno no puede dejar de hacer cuando se trata de momento histórico y de pactos de sangre y amor, de hermosura y revolución.

jueves, 2 de febrero de 2012

La gran batalla



Recuerdo aquel 14 de julio de 1982, ese fue el día del regreso a mi país, a mi pueblo, a mi casa, hacía un mes los soldados argentinos habían cedido ante nuestras amenazas y retiraban su ejército de las Falklands, y nosotros los ingleses, nos proclamábamos vencedores de una guerra que no tendría nunca a nadie como triunfador, 255 muertos y 777 heridos, entre los fallecidos se encontraban mis dos hermanos, Phil y Steven, lo que demostró que fue más lo perdido que lo ganado. Ese 14 de julio, el Reino Unido me recibía como un héroe nacional, me proclamaban como un símbolo de la patria, pero, ¿cuál patria? mi patria ya no existe, mi verdadera patria era mi familia y se ha extinguido, ¿qué me importa a mí unos seres que no han hecho nada por mí? Ellos celebraban, mientras yo lloraba; pensaba, mientras sonreía falsamente ante la multitud que fue a recibirme en el aeropuerto Internacional de Manchester.




Paradójicamente el 2 de abril, día en el que emprendimos nuestro viaje a Las Malvinas, en ese mismo aeropuerto, sólo se encontraba mi madre, rezándole no sé a quién, ni para qué; si igual mis hermanos terminarían como terminó mi padre en la segunda guerra mundial en manos de los alemanes, ¿pero qué importa? Fueron muertes dignas, murieron defendiendo a la patria, esa misma patria que nunca sabrá sus nombres.

Margaret Tacher, la primera ministra en ese entonces, y su gobierno nos prometieron un montón de beneficios, no sólo a los soldados que participamos en la guerra, sino también a nuestros familiares, este auxilio era tan real como aquel ser al que mi madre le rezaba, era lógico que no recibiríamos ninguna manutención, mientras ella, gracias a nosotros, obtenía su reelección un año después.

Salí del aeropuerto, una vez se terminó el recibimiento -o mejor dicho el circo-, me marché lo más rápido posible de allí, como mi casa quedaba cerca me fui caminando para aprovechar y ver los cambios de la ciudad en los más de tres meses de mi ausencia, mientras hacía el recorrido, la vi a ella, su belleza eclipsaba cuanto había a su alrededor, la seguí por un buen rato sin que se diera cuenta hasta llegar a su casa, observé en su buzón y decía: Miranda Bonelli, sí, Miranda, que hermoso nombre, pensé; cuando reaccioné, recordé que mi madre me esperaba ansiosa en la casa, así que me devolví lo más rápido que pude, pero con atención para recordar el camino que me llevaba a la casa de la hermosa mujer.

Luego de diez minutos, los cuales me los pasé pensando en Miranda, llegué a mi casa, allí estaba mi madre, sentada en el sofá, esperándome, sólo nos dimos un abrazo frío, desde la muerte de mi padre nos acostumbramos al dolor, a morir viviendo, a vivir sobreviviendo, quizá como Baudelaire se acostumbró a vivir solo, nosotros nos habituamos a la tristeza permanente y más ahora, con la muerte de Steven y Phil, pero a diferencia de antes, ahora yo si tenía una razón para vivir, y era ella, esa hermosa chica.

Al día siguiente, como de costumbre, me levanté a las 7:00 de la mañana, tomé un café, me preparé para salir, le di un beso a mi madre y fui a la casa de Bonelli, claro que recordaba el camino, si toda la noche pensé en ella. Llegué, la esperé afuera y luego de dos horas salió para ir a su trabajo, me escondí para que no se alertara de que alguien la observaba; al verla me enteré del verdadero significado de felicidad, no esa impostora de la que hablaban después de derrotar a los argentinos en esa estúpida batalla; este ritual se repitió alrededor de tres semanas.
Después de ese tiempo, me atreví a seguirla hasta su trabajo, el café Cavern, ubicado a 4 cuadras de su casa, me senté en una mesa, la llamé y le pedí que me trajera la carta, el “con gusto” que desprendió de su boca, sonó como si Afrodita me hubiera hablado directamente. Pedí unos bocadillos con un té, platicamos un rato, 2 minutos quizá-los más hermosos de mi vida-, luego la esperé en el restaurante hasta que saliera para su hora de almuerzo, la invité a un restaurante cerca, a lo que ella amablemente me respondió con un si, inesperada respuesta para mí, ya que yo era un soldado y ella la mujer más hermosa del planeta.

Llegamos al restaurante, le pregunté su nombre, como si no lo tuviera clavado en mi mente y en mi corazón, y el motivo de su visita a Inglaterra, porque por su acento se notaba que no era de aquí, ella me respondió que su nombre era Miranda, y que venía desde Argentina por un intercambio a estudiar inglés, le dije que mi nombre era Lorenzo, un estudiante alemán, el cual venía a conocer la ciudad, ¿qué pensaría si le digo que soy un soldado inglés que participó en la guerra de las Malvinas? ¿Qué pensaría mi padre, si me hubiese escuchado decir que era alemán? Igual lo único que me importaba en ese momento, era compartir con ella ese grandioso momento.
Hablamos un buen rato, se despidió fríamente, y recuerdo sus palabras como si me las hubiese dicho ayer:” Mañana me devuelvo para Argentina” esas palabras calaron en mí como un puñal en el corazón, fue mucho más poderosa ella, que mil soldados que no pudieron contra mí…la perdí, sin haberla tenido en mis brazos.

Al otro día, el mismo ritual de siempre, pero esta vez la acompañé al aeropuerto, en silencio, antes de montarse al avión, le entregué una nota que decía: “Quizá no recuerdes mi nombre, pero nunca nadie te va a amar como yo”, la leyó, se rio y el papel terminó en el piso, roto. Me fui, sintiéndome un argentino más, uno de los tantos derrotados.

Y pensar que a un puñado de compatriotas suyos, los vencí y con ella no pude, me derrotó sin utilizar un arma, sólo su belleza

Ricardo Madrid Builes

viernes, 27 de enero de 2012

De paseo por Sodoma








Después de ver las noticias, lanzaría mis pasos injuriosos a alguna rambla, sin destino ni fin alguno, me cansaría de caminar y de ver las intermitencias esporádicas de los semáforos, y esa caricatura que nos domestica a cruzar la calle cuando le place. Luego me montaría en un bus, para irme de viaje por Medellín, me sentaría en el asiento sobre las llantas para recibir cualquier resto de caricia al pavimento tímido.





Me montaría en un taxi de placas dudosas, mimaría con el viento a las prostitutas de San Diego con su esbelto cuerpo viril y famélico, donde prima la necesidad sobre la lujuria. Luego le diría al taxista que atravesara la 80 donde voy hacer a Medellín mía, donde su nave amarilla la fecundará, mientras nos movilizamos lentamente por el tráfico denso; mi corazón escuchará los lamentos y sollozos acallados del conductor, mientras éste, vilipendia a Colombia la licenciosa e hijueputea al inexperto en el volante.





Saciaría mi vista con el circo de las familias europeizadas, mientras cenan en un restaurante de caché, algún plato cuyo nombre no saben pronunciar; después de fecundar a Medellín, iría al mirador de las Palmas, a lanzar por la borda, mis obsesiones y llantos inconclusos, junto con unos cuantos burócratas y una camada de obispos de Santa Rosa de Osos.





El sexo como deporte y catarsis, a ver si levantamos este país de indios pendencieros, por que somos una potencia folclórica, pero cándida, viviendo en una tierrita a la que no hemos aprendido a querer, tumbando al hermano de herencia y de sangre mestiza. Y, finalmente para concluir éste dramático periplo, iría al parque Belén, lugar insulso de lamentaciones seniles, y me sentaría a hablar con un anciano de mente abierta; zarandearía sus recuerdos y me enriquecería de su experiencia rústica y chocarrera, dejándolo muerto de vida.





Ah, y se me olvidaba Envigado, que no tuve tiempo de ir, me fascina su toque pueblerino y aire candoroso de municipio rebelde. Por fin me iré a dormir mientras percibo las inhalaciones de la noche que se acompasan con mi arritmia respiratoria; y luego siento su exhalación , que trae consigo la sordidez de una esquina putrefacta disfrazada de mingitorio público, hospedada por bazuqueros, que la ignorancia y la pobreza acogió desde que fueron concebidos, al igual que el catolicismo se adjudica conciencias que no le pertenecen; en la mañana despertar, y sentir el estupor del hálito primaveral de Medellín, hasta que venga esta lluvia chabacana y desprestigie el nombre de “Eterna Primavera”.




Anónimo

lunes, 9 de enero de 2012

El ser y el miedo


El perspicaz Hobbes escribió una frase terrible, que podríamos repetir todos: "El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos: Mi miedo y yo"

El miedo seguramente fue el primer sentimiento en escaparse de la caja de Pandora, y no sólo eso, sino en colonizar la especie humana. Todos absolutamente todos los seres, hemos sentido miedo, y no sólo eso, hemos soñado con la valentía, algo tan efímero como la riqueza o el poder; pero con una gran diferencia, la riqueza y el poder no son primordiales para vivir, la valentía si lo es.

Kiekeggard decía que el miedo era "una enfermedad mortal" , y estoy de acuerdo completamente con él, es una enfermedad que nos mata lentamente y que nos quita la autonomía, cuando el miedo nos cobija no existimos, sólo existe el temor en nosotros, ese "algo" que no nos deja ser y que no solo afecta al individuo como tal, sino a toda una sociedad.

Ese temor nos muestra vulnerables hacia el mundo, pero hemos aprendido a vivir con él, a sobrevivir a pesar de el.
Existen muchos miedos y cada uno de ellos obliga al ser humano a ser valiente, a olvidarse de ese molde apaciguador que obliga a acostumbrarse de ese temor y a salir adelante.

El miedo a la muerte es algo natural, algo que convive con nosotros y que no nos deja tranquilos. ¿Pero por qué pensar tanto en la muerte, olvidándonos de vivir? Tememos a ese día, pero paradójicamente pensamos más en ese día que en la propia vida, entonces a ese pensamiento le llamo yo "vértigo"; es decir, pensamos en "caer", pero hacemos todo lo posible para no "caer". Odiamos el no existir, el dejar este mundo, dejando de un lado el existir, simplemente viviendo.

Otro de los grandes miedos es el miedo al fracaso, al no cumplir las expectativas pactadas con anterioridad, es claro que la necesidad de competir con el otro, de tener el éxito sin importar el cómo, lleva a ese miedo. Pero ¿cuál es la necesidad de competir? ¿Quién nos dijo que es una obligación lograr todo lo que nos proponemos? La obligación es hacer todo para lograrlo, no de competir por quién tiene más, quién llega a más, es eso lo que genera el miedo. Si quitamos la palabra fracaso de nuestro diccionario, y la convertimos en "oportunidad", uno de esos tantos miedos desaparecería instantáneamente.

Y el miedo que más me preocupa a mí, es el miedo a ser uno mismo. Nos miramos en un espejo y no nos vemos nunca a nosotros mismos, vemos siempre lo que la sociedad quiere ver en nosotros.
Se nos dificulta pensar, porque no queremos pensar más alla de lo que piense la sociedad, porque a ciencia cierta estamos viviendo, pero no legitimamos nuestra existencia, el hombre debe de ser un ser comprometido, no ente receptor de información, de palabras, de imágenes y sin ideas transformadoras, y es por miedo, por miedo al qué dirán, al qué pensarán. Debemos responsabilizarnos de nuestros actos, y no autoproclamarnos inocentes del mundo.

Cito aquí un magnífico párrafo de Sartre: "Si me dan este mundo con sus injusticias, no es para que las contemple con frialdad, sino para que las anime con mi indignación y para que las revele, y de poder creer que esas injusticias pueden ser suprimidas"

"¿Qué es ser bueno?", se preguntaba Nietzche, a lo que él se respondía: "Ser valiente es bueno" Pero el valiente no es aquel que no siente miedo-ese sería un impávido- el valiente es aquel que no le hace caso a este sentimiento y sigue actuando con criterio, sigue siendo el mismo, olvidándose de lo que la sociedad le impone.

Eso es ser valiente y es algo que se ha perdido y se ha olvidado, la cultura, la sociedad siempre alabará y recordará a aquellos con coraje, que sin importar sus pensamientos diferentes al resto, siguieron por su camino, nunca se recordará a aquellos miedosos que actuaron y dejaron su libertad a la deriva.

El problema es que, paradójicamente, se confunde la valentía con la cobardía, aquel que se cree valiente, porque utiliza el miedo de los otros para llegar al poder, simplemente es un cobarde más con una máscara de osado, pero esa "máscara es, al mismo tiempo traducción del miedo, defensa contra el miedo y medio de difundir el miedo" (José Antonio Marina), es decir, con mostrar esa valentía falsa se acentúa más el miedo propio y el de la sociedad

Yo me pregunto: ¿El miedo tendrá miedo de nosotros? Y la verdad la respuesta no es muy alentadora, porque el sabe que nos está ganando la batalla, que nos tiene en una especie de campo de concentración, que no es Auschwitz y que nos nos mata en cámaras de gas, pero que si nos está quitando ese "Yo" que tiene cada uno de nosotros y que así limita nuestra existencia.


"Cuando a una persona se le convence de que no tiene salida, de que no puede aplicar ninguna solución a su problema , que si actúa malo y si no actúa también, hemos abierto la puerta al pánico o a la depresión; y la depresión no puede existir" José Antonio Marina

Ricardo Madrid Builes
@ricardomadbui

sábado, 7 de enero de 2012

Cuento corto


20 de julio de 1990

Amigo, mi gran amigo:

Empezaré por decir que no me considero un ser humano normal, llevo tantos años desahuciado y huérfano que creo que eso fácilmente explicaría mi rareza. Algunos piensan que estoy loco, yo digo que mi idiosincrasia tiene su historia y me exacerba que quienes me juzgan piensen que por leer una cosa u otra sobre mí en los periódicos ya lo saben todo de mi vida.

Sé que nunca te he hablado mientras hemos estado en esta horrible celda, pero aunque te resulte inverosímil tú has sido mi único amigo y cada que escuchaba tus historias en las noches, lloraba por dentro.

Es por esto que hoy, que quedo absuelto de todos mis cargos, quiero decirte y por primera vez contarte que mi silencio nunca fue desprecio, sólo fue la omisión de muchas palabras que simplemente no creí necesarias, pero que hasta hoy me doy cuenta que quizás tu si las necesitabas para entender la magnitud y el grosor del aprecio que hoy te tengo y que nunca sentiste.

Debo decirte que al principio noté el miedo de tu ojos, ¡Claro!, ¿Quién no tendría miedo de un asesino en serie?, pero con los años vi desvanecer ese brillo que reconozco fácilmente en las víctimas y sentí que olvidaste esas historias que oíste de mí y que hacen parte de mi pasado. (De ese pasado en que el sufrimiento me suscitaba a la tortura). Fue en ese momento cuando me di cuenta que ya sólo exaltabas mi compañía y no sólo ese pasado que matizaba mi humanidad y en el que se podía decir que yo era una bestia.

No creo que nada pueda indemnizar el dolor que causé a muchos, sin embargo no me duele, creo que era necesario que algunos sufrieran y murieran, como lo hizo mi alma en aquel verdusco campo donde asesinaron frente a mis ojos con torturas (Eternas para mí memoria, pero sucintas en el tiempo real) a toda mi familia. Recuerdo bien que sobre la grama ya no verde sino roja juré que los hombres tenían que pagar por mi dolor inmenso.

Han intentado muchos psiquiatras hacer una coalición para investigar mi caso y bastantes de ellos afirman que sólo quieren coadyuvar para que yo sea normal, sin embargo en su intento de ayudarme no han logrado nada, mientras que tú con tu simple presencia me has hecho sentir cosas que supongo sienten los seres humanos normales. Me cuesta mucho ser coercitivo entre pensamientos y palabras (Ya lo has notado con mi última confesión), pero es que creo que no merezco las palabras, sin ánimo de ser hereje sólo con el ánimo de darles un adjetivo benevolente creo que son diosas inalcanzables para una bestia como yo, y es por esto que soy bastante inhibido para hablar. Por primera vez siento tranquilidad, porque puedo explicarte que el silencio no es odio y porque sé que ahora tú entiendes algo corto sobre mí.

Hoy con esta carta me despido de ti, de mis cargos y de la vida (He encontrado la manera de deshacerme de ella); después de 20 años de silencio en tu presencia, te digo: gracias amigo. Y me digo a mi mismo: Ojalá no exista el infierno.

PD: Sé que conocías mi nombre, pero nunca te lo dije yo mismo…. Fui Carlos y fue un gusto conocerte.

Tu compañero de prisión.

Mariana Peláez Rojas

@MariPelaezRojas

jueves, 5 de enero de 2012

-No Motivos de Una Guerra Innecesaria-


A Héctor Belascoarán, al que le debo el descubrimiento del DF de verdad, de las luces de neón y las primeras excursiones a esa jungla que significa la ciudad más grande del mundo. Protégenos, querido detective, que no arda la ciudad, que no nos gane la indiferencia.

"Las democracias de América Latina no acabarán con las drogas, pero las drogas pueden acabar con la democracia de América Latina" Fernando Savater
"El horror no puede ser normalizado" Juan Villoro

Se habla tanto de números, de datos, de que si unos van ganando (no se entiende la estupidez de los líderes para que digan que vamos ganando algo que nadie puede ganar: una guerra absurda, cínica, ficticia) y de que si otros no tienen nada qué perder. Suena tan frío, tan estremecedor hablar de números y más números para validar lo que nadie aprueba: ellos dicen que avanzamos y lo único que sentimos, lo que verdad pasa, es que nos hundimos. Y cuando las organizaciones valientes alzan la voz, esa voz que se hace escuchar, es inmediatamente silenciada. No como hacían ( y hacen) las dictaduras opresoras, no. Lo hacen sistemáticamente. Lo omiten en los noticieros. Lo borran en las redacciones. Ya sea por los que se supone nos protegen, por los que saquean un país vencido, arrodillado, o por los que piensan que cualquier negocio es válido porque en un país sin reglas, ese es el mensaje que hay que captar.

Qué es esto que siento sino impotencia mezclada con desconsuelo. De gritar y gritar, de exigir y proponer, para que no sirva de nada. Para que los que dictan el futuro de todos, esos pocos agentes al servicio de los dueños del mundo, no oigan sino lo que les convenga. Los que nos invitaron a escoger nuestra manera de morir, siempre y cuando sea lo menos digna posible. Los que ponen entre ellos y nosotros, los muchos, los del otro lado del portón, del lado de afuera, una barrera que se alimenta a diario de burocracia, de clasismo, de discriminación, de corrupoción, de prepotencia.

Esto que siento entonces es agonía, porque no es mi familia todavía, pero si mi país, es mi gente, mi pueblo, el del color de la tierra, el mío; esa lenta y dolorosa agonía de ver a diario muerte más muerte, y sin embargo los buitres de trajes oscuros y camionetas blindadas, en sus delirios de grandeza, intentan pintar de patriotismo lo que hacen. Maquillan la realidad nuestra cada día con spots ( y con programas de tv que cuestan varios miles de dólares) divinos, con mensajes heroicos en una guerra que sólo los que están protegidos de sus daños y consecuencias quieren librar.

Porque son mas de 60.000 muertos, y un numero no puede explicar la angustia y el llanto de una madre, el tormeno del compañero, la ausencia del hermano. Pero sí explica las mentiras, las suyas, las burdad y sucias mentiras que ellos, que se creen dueños de un país que hace mucho tiempo secuestraron, inventan para hacernos creer que esto es "lo que se debe haer". Su mesianismo sin límites para ponernos al servicio de la muerte, que acecha aquella esquina, la más cercana, estos días confusos. Y ustedes sonriendo desde el pedestal seguro que se compra a cambio del alma. A cambio de una dignidad que intentan desterrar a como de lugar.

Cómo explico estas ganas de romperlo todo, de dejarlo todo. De decir basta, pero basta en serio, hacer algo, correr, indefinidamente correr, para no sentir el punzante cuchillo de muertos desconocidos pero propios, de gente lejana, pero que comparte un mismo sentir, una misma desesperanza; para no sentir las lágrimas surcando mejillas, miles de mejillas, miles de gotas saladas que no encuentran una razón, una verdad, para justificar tantas malas noticias. El sol sale para todos, y no sirve ni para calentar los brazos. No sirve en este país, el de la impunidad, que tengamos un ejército en las calles provocando más daños que los que ya teníamos noticia. Y que ni siquiera a ellos podamos juzgar, hacer responsables de sus actos. Que los que se hacen llamar "defensores del estado mexicano"solo provocan más terror y desasosiego. Más injusticia todavía.

Las palabras comunes (impotencia, rabia, dolor, enojo) que por mucho que se repitan no pierden color ni consistencia, no pierden potencia ni se olvidan ni son una mala película o una pesadilla de las peores. Porque no hay otra cosa, es esto, aquí estamos y no sabemos a dónde vamos, no sabemos a dónde nos dejamos arrestrar. Porque queremos tomar las riendas y el enemigo ( que tiene nombre propio y aun así no sabemos a quien le tiramos tanta bronca suelta en la saliva, en la boca, en el estómago) se siente poderoso, es poderoso, y los que deberían hacer algo no hacen nada, tratos, palabería, en todo caso. El enemigo tiene nombre y sin embargo el que se dice estado parece ser una cabeza en ese cuerpo indefinido que arrasa y se lleva todo, dejando sangre y dejando cuerpos mutilados y anuncios, nombres estrafalarios, deudas de un país que hizo como que la virgen le hablaba cuando el problema estaba ahí.

Cómo te explico entonces las noches con silencios interrumpidos por las balas que zumban, los perros que ladran de miedo mismo, el peligro latente de que a mi casa (la tuya, la nuestra, la de cualquiera que se esfuerza por no decaer) le toque la desgracia de estar señalada. De que los judiciales no hagan otra cosa que levntar, que exprimir saldo de donde quiera que encuentren una víctima más para sus propios beneficios.

Cómo explicar que sales a la calle con la incertidumbre de saber si será la última, si volverás a ver a Pedro el vecino, a Ignacio tu sobrino, a tus hijos cuando los llevas a la escuela, qué puta vida, me digo, qué jugarreta maligna se conjura para que siempre seamos los mismos los que sufrimos estas cosas, este aguantar el respiro, el silencio siempre amenazante.
La cólera recorriendo el cuerpo entero no sirve para frenar tanta injusticia y tantos años de ser siempre los mismos, los que condenados van a escoger la forma de perder.

Y cómo explicarte que aún en medio de tanta desolación la gente todavía se enamora, todavía responde mensajes de amor, todavía se besa y abraza con sus seres queridos. Todavía sonríe aunque el día pinte para ser un día igual, otro día idéntico, lleno de peligro y de querer llorar lágrimas que valgan la pena, que sirvan de algo.
Que todavía tenemos a Andrés Manuel, al movimiento de Javier, las brigadas culturales de Paco, la esperanza que tenemos que hacer nosotros, solos como siempre, pero nosotros.
Tenemos a los activistas, a los que siguen insistiendo y dan el verdadero ejemplo, a pesar del peligro. A esos periodistas (hombres y mujeres) valientes peleando por contar la verdad, por decir los que otros callan, lo que otros cobran por callar. Nos tenemos a nosotros mismos. Y eso no lo hemos valorado.

Las balas siguen sonando. ¿Hasta cuándo? Hasta que nosotros queramos Manuel González Vargas