viernes, 27 de enero de 2012

De paseo por Sodoma








Después de ver las noticias, lanzaría mis pasos injuriosos a alguna rambla, sin destino ni fin alguno, me cansaría de caminar y de ver las intermitencias esporádicas de los semáforos, y esa caricatura que nos domestica a cruzar la calle cuando le place. Luego me montaría en un bus, para irme de viaje por Medellín, me sentaría en el asiento sobre las llantas para recibir cualquier resto de caricia al pavimento tímido.





Me montaría en un taxi de placas dudosas, mimaría con el viento a las prostitutas de San Diego con su esbelto cuerpo viril y famélico, donde prima la necesidad sobre la lujuria. Luego le diría al taxista que atravesara la 80 donde voy hacer a Medellín mía, donde su nave amarilla la fecundará, mientras nos movilizamos lentamente por el tráfico denso; mi corazón escuchará los lamentos y sollozos acallados del conductor, mientras éste, vilipendia a Colombia la licenciosa e hijueputea al inexperto en el volante.





Saciaría mi vista con el circo de las familias europeizadas, mientras cenan en un restaurante de caché, algún plato cuyo nombre no saben pronunciar; después de fecundar a Medellín, iría al mirador de las Palmas, a lanzar por la borda, mis obsesiones y llantos inconclusos, junto con unos cuantos burócratas y una camada de obispos de Santa Rosa de Osos.





El sexo como deporte y catarsis, a ver si levantamos este país de indios pendencieros, por que somos una potencia folclórica, pero cándida, viviendo en una tierrita a la que no hemos aprendido a querer, tumbando al hermano de herencia y de sangre mestiza. Y, finalmente para concluir éste dramático periplo, iría al parque Belén, lugar insulso de lamentaciones seniles, y me sentaría a hablar con un anciano de mente abierta; zarandearía sus recuerdos y me enriquecería de su experiencia rústica y chocarrera, dejándolo muerto de vida.





Ah, y se me olvidaba Envigado, que no tuve tiempo de ir, me fascina su toque pueblerino y aire candoroso de municipio rebelde. Por fin me iré a dormir mientras percibo las inhalaciones de la noche que se acompasan con mi arritmia respiratoria; y luego siento su exhalación , que trae consigo la sordidez de una esquina putrefacta disfrazada de mingitorio público, hospedada por bazuqueros, que la ignorancia y la pobreza acogió desde que fueron concebidos, al igual que el catolicismo se adjudica conciencias que no le pertenecen; en la mañana despertar, y sentir el estupor del hálito primaveral de Medellín, hasta que venga esta lluvia chabacana y desprestigie el nombre de “Eterna Primavera”.




Anónimo

lunes, 9 de enero de 2012

El ser y el miedo


El perspicaz Hobbes escribió una frase terrible, que podríamos repetir todos: "El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos: Mi miedo y yo"

El miedo seguramente fue el primer sentimiento en escaparse de la caja de Pandora, y no sólo eso, sino en colonizar la especie humana. Todos absolutamente todos los seres, hemos sentido miedo, y no sólo eso, hemos soñado con la valentía, algo tan efímero como la riqueza o el poder; pero con una gran diferencia, la riqueza y el poder no son primordiales para vivir, la valentía si lo es.

Kiekeggard decía que el miedo era "una enfermedad mortal" , y estoy de acuerdo completamente con él, es una enfermedad que nos mata lentamente y que nos quita la autonomía, cuando el miedo nos cobija no existimos, sólo existe el temor en nosotros, ese "algo" que no nos deja ser y que no solo afecta al individuo como tal, sino a toda una sociedad.

Ese temor nos muestra vulnerables hacia el mundo, pero hemos aprendido a vivir con él, a sobrevivir a pesar de el.
Existen muchos miedos y cada uno de ellos obliga al ser humano a ser valiente, a olvidarse de ese molde apaciguador que obliga a acostumbrarse de ese temor y a salir adelante.

El miedo a la muerte es algo natural, algo que convive con nosotros y que no nos deja tranquilos. ¿Pero por qué pensar tanto en la muerte, olvidándonos de vivir? Tememos a ese día, pero paradójicamente pensamos más en ese día que en la propia vida, entonces a ese pensamiento le llamo yo "vértigo"; es decir, pensamos en "caer", pero hacemos todo lo posible para no "caer". Odiamos el no existir, el dejar este mundo, dejando de un lado el existir, simplemente viviendo.

Otro de los grandes miedos es el miedo al fracaso, al no cumplir las expectativas pactadas con anterioridad, es claro que la necesidad de competir con el otro, de tener el éxito sin importar el cómo, lleva a ese miedo. Pero ¿cuál es la necesidad de competir? ¿Quién nos dijo que es una obligación lograr todo lo que nos proponemos? La obligación es hacer todo para lograrlo, no de competir por quién tiene más, quién llega a más, es eso lo que genera el miedo. Si quitamos la palabra fracaso de nuestro diccionario, y la convertimos en "oportunidad", uno de esos tantos miedos desaparecería instantáneamente.

Y el miedo que más me preocupa a mí, es el miedo a ser uno mismo. Nos miramos en un espejo y no nos vemos nunca a nosotros mismos, vemos siempre lo que la sociedad quiere ver en nosotros.
Se nos dificulta pensar, porque no queremos pensar más alla de lo que piense la sociedad, porque a ciencia cierta estamos viviendo, pero no legitimamos nuestra existencia, el hombre debe de ser un ser comprometido, no ente receptor de información, de palabras, de imágenes y sin ideas transformadoras, y es por miedo, por miedo al qué dirán, al qué pensarán. Debemos responsabilizarnos de nuestros actos, y no autoproclamarnos inocentes del mundo.

Cito aquí un magnífico párrafo de Sartre: "Si me dan este mundo con sus injusticias, no es para que las contemple con frialdad, sino para que las anime con mi indignación y para que las revele, y de poder creer que esas injusticias pueden ser suprimidas"

"¿Qué es ser bueno?", se preguntaba Nietzche, a lo que él se respondía: "Ser valiente es bueno" Pero el valiente no es aquel que no siente miedo-ese sería un impávido- el valiente es aquel que no le hace caso a este sentimiento y sigue actuando con criterio, sigue siendo el mismo, olvidándose de lo que la sociedad le impone.

Eso es ser valiente y es algo que se ha perdido y se ha olvidado, la cultura, la sociedad siempre alabará y recordará a aquellos con coraje, que sin importar sus pensamientos diferentes al resto, siguieron por su camino, nunca se recordará a aquellos miedosos que actuaron y dejaron su libertad a la deriva.

El problema es que, paradójicamente, se confunde la valentía con la cobardía, aquel que se cree valiente, porque utiliza el miedo de los otros para llegar al poder, simplemente es un cobarde más con una máscara de osado, pero esa "máscara es, al mismo tiempo traducción del miedo, defensa contra el miedo y medio de difundir el miedo" (José Antonio Marina), es decir, con mostrar esa valentía falsa se acentúa más el miedo propio y el de la sociedad

Yo me pregunto: ¿El miedo tendrá miedo de nosotros? Y la verdad la respuesta no es muy alentadora, porque el sabe que nos está ganando la batalla, que nos tiene en una especie de campo de concentración, que no es Auschwitz y que nos nos mata en cámaras de gas, pero que si nos está quitando ese "Yo" que tiene cada uno de nosotros y que así limita nuestra existencia.


"Cuando a una persona se le convence de que no tiene salida, de que no puede aplicar ninguna solución a su problema , que si actúa malo y si no actúa también, hemos abierto la puerta al pánico o a la depresión; y la depresión no puede existir" José Antonio Marina

Ricardo Madrid Builes
@ricardomadbui

sábado, 7 de enero de 2012

Cuento corto


20 de julio de 1990

Amigo, mi gran amigo:

Empezaré por decir que no me considero un ser humano normal, llevo tantos años desahuciado y huérfano que creo que eso fácilmente explicaría mi rareza. Algunos piensan que estoy loco, yo digo que mi idiosincrasia tiene su historia y me exacerba que quienes me juzgan piensen que por leer una cosa u otra sobre mí en los periódicos ya lo saben todo de mi vida.

Sé que nunca te he hablado mientras hemos estado en esta horrible celda, pero aunque te resulte inverosímil tú has sido mi único amigo y cada que escuchaba tus historias en las noches, lloraba por dentro.

Es por esto que hoy, que quedo absuelto de todos mis cargos, quiero decirte y por primera vez contarte que mi silencio nunca fue desprecio, sólo fue la omisión de muchas palabras que simplemente no creí necesarias, pero que hasta hoy me doy cuenta que quizás tu si las necesitabas para entender la magnitud y el grosor del aprecio que hoy te tengo y que nunca sentiste.

Debo decirte que al principio noté el miedo de tu ojos, ¡Claro!, ¿Quién no tendría miedo de un asesino en serie?, pero con los años vi desvanecer ese brillo que reconozco fácilmente en las víctimas y sentí que olvidaste esas historias que oíste de mí y que hacen parte de mi pasado. (De ese pasado en que el sufrimiento me suscitaba a la tortura). Fue en ese momento cuando me di cuenta que ya sólo exaltabas mi compañía y no sólo ese pasado que matizaba mi humanidad y en el que se podía decir que yo era una bestia.

No creo que nada pueda indemnizar el dolor que causé a muchos, sin embargo no me duele, creo que era necesario que algunos sufrieran y murieran, como lo hizo mi alma en aquel verdusco campo donde asesinaron frente a mis ojos con torturas (Eternas para mí memoria, pero sucintas en el tiempo real) a toda mi familia. Recuerdo bien que sobre la grama ya no verde sino roja juré que los hombres tenían que pagar por mi dolor inmenso.

Han intentado muchos psiquiatras hacer una coalición para investigar mi caso y bastantes de ellos afirman que sólo quieren coadyuvar para que yo sea normal, sin embargo en su intento de ayudarme no han logrado nada, mientras que tú con tu simple presencia me has hecho sentir cosas que supongo sienten los seres humanos normales. Me cuesta mucho ser coercitivo entre pensamientos y palabras (Ya lo has notado con mi última confesión), pero es que creo que no merezco las palabras, sin ánimo de ser hereje sólo con el ánimo de darles un adjetivo benevolente creo que son diosas inalcanzables para una bestia como yo, y es por esto que soy bastante inhibido para hablar. Por primera vez siento tranquilidad, porque puedo explicarte que el silencio no es odio y porque sé que ahora tú entiendes algo corto sobre mí.

Hoy con esta carta me despido de ti, de mis cargos y de la vida (He encontrado la manera de deshacerme de ella); después de 20 años de silencio en tu presencia, te digo: gracias amigo. Y me digo a mi mismo: Ojalá no exista el infierno.

PD: Sé que conocías mi nombre, pero nunca te lo dije yo mismo…. Fui Carlos y fue un gusto conocerte.

Tu compañero de prisión.

Mariana Peláez Rojas

@MariPelaezRojas

jueves, 5 de enero de 2012

-No Motivos de Una Guerra Innecesaria-


A Héctor Belascoarán, al que le debo el descubrimiento del DF de verdad, de las luces de neón y las primeras excursiones a esa jungla que significa la ciudad más grande del mundo. Protégenos, querido detective, que no arda la ciudad, que no nos gane la indiferencia.

"Las democracias de América Latina no acabarán con las drogas, pero las drogas pueden acabar con la democracia de América Latina" Fernando Savater
"El horror no puede ser normalizado" Juan Villoro

Se habla tanto de números, de datos, de que si unos van ganando (no se entiende la estupidez de los líderes para que digan que vamos ganando algo que nadie puede ganar: una guerra absurda, cínica, ficticia) y de que si otros no tienen nada qué perder. Suena tan frío, tan estremecedor hablar de números y más números para validar lo que nadie aprueba: ellos dicen que avanzamos y lo único que sentimos, lo que verdad pasa, es que nos hundimos. Y cuando las organizaciones valientes alzan la voz, esa voz que se hace escuchar, es inmediatamente silenciada. No como hacían ( y hacen) las dictaduras opresoras, no. Lo hacen sistemáticamente. Lo omiten en los noticieros. Lo borran en las redacciones. Ya sea por los que se supone nos protegen, por los que saquean un país vencido, arrodillado, o por los que piensan que cualquier negocio es válido porque en un país sin reglas, ese es el mensaje que hay que captar.

Qué es esto que siento sino impotencia mezclada con desconsuelo. De gritar y gritar, de exigir y proponer, para que no sirva de nada. Para que los que dictan el futuro de todos, esos pocos agentes al servicio de los dueños del mundo, no oigan sino lo que les convenga. Los que nos invitaron a escoger nuestra manera de morir, siempre y cuando sea lo menos digna posible. Los que ponen entre ellos y nosotros, los muchos, los del otro lado del portón, del lado de afuera, una barrera que se alimenta a diario de burocracia, de clasismo, de discriminación, de corrupoción, de prepotencia.

Esto que siento entonces es agonía, porque no es mi familia todavía, pero si mi país, es mi gente, mi pueblo, el del color de la tierra, el mío; esa lenta y dolorosa agonía de ver a diario muerte más muerte, y sin embargo los buitres de trajes oscuros y camionetas blindadas, en sus delirios de grandeza, intentan pintar de patriotismo lo que hacen. Maquillan la realidad nuestra cada día con spots ( y con programas de tv que cuestan varios miles de dólares) divinos, con mensajes heroicos en una guerra que sólo los que están protegidos de sus daños y consecuencias quieren librar.

Porque son mas de 60.000 muertos, y un numero no puede explicar la angustia y el llanto de una madre, el tormeno del compañero, la ausencia del hermano. Pero sí explica las mentiras, las suyas, las burdad y sucias mentiras que ellos, que se creen dueños de un país que hace mucho tiempo secuestraron, inventan para hacernos creer que esto es "lo que se debe haer". Su mesianismo sin límites para ponernos al servicio de la muerte, que acecha aquella esquina, la más cercana, estos días confusos. Y ustedes sonriendo desde el pedestal seguro que se compra a cambio del alma. A cambio de una dignidad que intentan desterrar a como de lugar.

Cómo explico estas ganas de romperlo todo, de dejarlo todo. De decir basta, pero basta en serio, hacer algo, correr, indefinidamente correr, para no sentir el punzante cuchillo de muertos desconocidos pero propios, de gente lejana, pero que comparte un mismo sentir, una misma desesperanza; para no sentir las lágrimas surcando mejillas, miles de mejillas, miles de gotas saladas que no encuentran una razón, una verdad, para justificar tantas malas noticias. El sol sale para todos, y no sirve ni para calentar los brazos. No sirve en este país, el de la impunidad, que tengamos un ejército en las calles provocando más daños que los que ya teníamos noticia. Y que ni siquiera a ellos podamos juzgar, hacer responsables de sus actos. Que los que se hacen llamar "defensores del estado mexicano"solo provocan más terror y desasosiego. Más injusticia todavía.

Las palabras comunes (impotencia, rabia, dolor, enojo) que por mucho que se repitan no pierden color ni consistencia, no pierden potencia ni se olvidan ni son una mala película o una pesadilla de las peores. Porque no hay otra cosa, es esto, aquí estamos y no sabemos a dónde vamos, no sabemos a dónde nos dejamos arrestrar. Porque queremos tomar las riendas y el enemigo ( que tiene nombre propio y aun así no sabemos a quien le tiramos tanta bronca suelta en la saliva, en la boca, en el estómago) se siente poderoso, es poderoso, y los que deberían hacer algo no hacen nada, tratos, palabería, en todo caso. El enemigo tiene nombre y sin embargo el que se dice estado parece ser una cabeza en ese cuerpo indefinido que arrasa y se lleva todo, dejando sangre y dejando cuerpos mutilados y anuncios, nombres estrafalarios, deudas de un país que hizo como que la virgen le hablaba cuando el problema estaba ahí.

Cómo te explico entonces las noches con silencios interrumpidos por las balas que zumban, los perros que ladran de miedo mismo, el peligro latente de que a mi casa (la tuya, la nuestra, la de cualquiera que se esfuerza por no decaer) le toque la desgracia de estar señalada. De que los judiciales no hagan otra cosa que levntar, que exprimir saldo de donde quiera que encuentren una víctima más para sus propios beneficios.

Cómo explicar que sales a la calle con la incertidumbre de saber si será la última, si volverás a ver a Pedro el vecino, a Ignacio tu sobrino, a tus hijos cuando los llevas a la escuela, qué puta vida, me digo, qué jugarreta maligna se conjura para que siempre seamos los mismos los que sufrimos estas cosas, este aguantar el respiro, el silencio siempre amenazante.
La cólera recorriendo el cuerpo entero no sirve para frenar tanta injusticia y tantos años de ser siempre los mismos, los que condenados van a escoger la forma de perder.

Y cómo explicarte que aún en medio de tanta desolación la gente todavía se enamora, todavía responde mensajes de amor, todavía se besa y abraza con sus seres queridos. Todavía sonríe aunque el día pinte para ser un día igual, otro día idéntico, lleno de peligro y de querer llorar lágrimas que valgan la pena, que sirvan de algo.
Que todavía tenemos a Andrés Manuel, al movimiento de Javier, las brigadas culturales de Paco, la esperanza que tenemos que hacer nosotros, solos como siempre, pero nosotros.
Tenemos a los activistas, a los que siguen insistiendo y dan el verdadero ejemplo, a pesar del peligro. A esos periodistas (hombres y mujeres) valientes peleando por contar la verdad, por decir los que otros callan, lo que otros cobran por callar. Nos tenemos a nosotros mismos. Y eso no lo hemos valorado.

Las balas siguen sonando. ¿Hasta cuándo? Hasta que nosotros queramos Manuel González Vargas