Tras la
caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476, Europa entró en un
letargo, en un vacío intelectual lamentable desde todo punto de vista. A esta
época se le llamó Oscurantismo, un
eufemismo para tan magno acontecimiento, el mayor retroceso en la historia de
la humanidad.
Lo
logrado en la Grecia Clásica se vio truncado por aquellos monjes maniqueístas,
que basados en su ideología teocéntrica extrema, optaron por esconder e impedir
la difusión del conocimiento porque, según ellos, la gran mayoría de textos atentaban
contra la religión que ellos profesaban, pero los únicos que atentaban contra
algo eran ellos mismos, contra la libertad de pensamiento y expresión, acto que
trajo como consecuencia una oscuridad
palpable en la mente humana.
Fue así
como la Iglesia adquirió un poder total,
una autoridad que trascendió el ámbito religioso para imponerse
–lastimosamente- en lo político e intelectual.
Esa misma Iglesia que exponía en su discurso moral una igualdad para
todos, fue la misma que restringió absolutamente el conocimiento,
convirtiéndolo en un placer para unos pocos, con el único objetivo de impedir que
la sociedad pudiera ser crítica frente a la realidad que estaban viviendo,
porque así su poder se podía ver afectado en algún momento. Es decir, la
Iglesia tenía miedo de que la humanidad pensara, para ello la aislaron, y la
convirtieron en rehenes de su verdad, de su verdad irrefutable.
¿Dónde
quedó Platón, dónde quedó Aristóteles, dónde quedó Heráclito? Todos estos
hombres que hicieron de la Edad Antigua un río infinito de conocimiento,
divulgado para todos, quedaron enterrados y quemados, quizás en la misma
hoguera en la que murieron muchos de los valientes hombres que se emanciparon
del régimen religioso y decidieron pensar diferente, críticos ante los dogmas
impuestos por la Iglesia, aunque los nombraran herejes. Si ser disconformes con
las desigualdades de la sociedad significa ser hereje, yo me autoproclamo uno
de ellos, aunque en la actualidad no haya hoguera para aquellos que se atreven
a pensar diferente a la sociedad, hay olvido y marginación, algo muy similar.
La
heterodoxia era un sueño en esa época, pero hubo muchos hombres que se
atrevieron a soñar con la libertad en el pensar y en el actuar, hombres que se dieron cuenta que cuando la
religión tenía el poder absoluto de la sociedad, no significaba un mundo mejor,
significaba un mundo acrítico y en permanente retroceso. Uno de ellos fue
Johannes Gutenberg, el creador de la imprenta, y quizás uno de los pilares
fundamentales del denominando Renacimiento.
A
mediados del siglo XV este herrero alemán, con su imprenta de tipos móviles,
aunque la primera impresión haya sido la biblia de Gutenberg, permitió la
circulación de toda clase de conocimiento con mayor rapidez, lo que trajo
consigo una expansión intelectual mayor. Se pasó de una mentalidad dogmática
irrefutable establecida por la Iglesia a una mentalidad tolerante y de diversos
pensamientos, aflorando el renacer de lia mente humana, y convirtiendo el teocentrismo
en un antropocentrismo dirigido hacia la pluralidad de pensamientos, no hacia
la mutilación de ideas. Se dio un adiós al Oscurantismo y un paso hacia el
Renacimiento en gran medida por este grandioso invento. ¡Gracias imprenta!
[1]: Expresión tomada de un verso del poeta D. Sampel.
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