sábado, 19 de mayo de 2012

La Eternidad Dura Lo Necesario.

El error único (hubo muchos más, pero cómo decirlo) de su amistad fue pensar que duraría para siempre. O quizás no. Se hicieron tan íntimos que dormir en la misma cama o abrazarse en noches de frío eran sucesos comunes. A pesar del irreversible prejuicio de que dos amigos deben ser machos o no ser. Era eso, entonces. No se parecían en nada a lo que sus padres (los unos y los otros) esperaban de ustedes: una amistad de machos, con momentos emotivos pero machos, carajo. Desde ahí la cosa pintaba mal, porque les encantaba retar a los demás. Les seducía chuchichearse al oído para enojar al personal. Les deleitaba provocar a las mujeres con las miradas pero desairarlas abrazándose ustedes dos y riendo el uno para el otro, tontamente, porque lo que valen son los hechos y no las apariencias. Estaban dispuestos a morir el otro por el uno y viceversa. Tanto que los dos se habían prometido un martes muy entrada la madrugada (o muy prematura mañana, cada uno interprete como guste) que si tocaba enamorarse la chica se jodía porque la amistad por sobre todas las cosas. Qué soberbios. Y sin embargo aquella noche en que ella se convirtió en Ella, el uno se juró a sí mismo que si la felicidad del otro tenía que ser sin él, estaba dispuesto al peor de los castigos entre dos incondicionales camaradas de las peores épocas y las buena también: la sustitución paulatina pero rápida de ir a pasear a Juárez con él, a tener que ir al cine (película rosa, final previsible, abrazos incomodos: cuándo caíste tan bajo) con la señorita porque llega un momento en la vida en que la otra respira por uno y uno se vuelve espeluznantemente frágil cuando se trata de verla respirar. Y entonces el error único. Y entonces las tardes abandonadas. Los sábados apáticos esperando que el otro le llame al uno para que se rían un rato en la barra del Old Navy. Pero nada. Él y ella para toda la vida (como antes ustedes dos, que ironía, piensa el uno) y pronto la invitación a las nupcias. Pronto el primer niño que te llama tío cada tercer domingo de cada segundo mes, que es cuando se ven, ustedes que no podían dormir si el otro no estaba ahí para contar las últimas noticias del Club Náutico. Pronto un nuevo hogar en las afueras de la ciudad y pronto el nuevo teléfono que ya no lo sabes porque la esposa piensa que eres una mala influencia con tu progresía republicana que tanto enamoró con amor de amigos al otro que no sabe decirle no a la que manda en casa. Y pronto la vida te trae aquí, donde lo único que dura para siempre es el sueño de que algo puede durar para siempre.

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